Lofoten, paraíso ártico.
Atardecer en Reine (Lofoten – Noruega), escultura de madera del artista Jan Wangaard.
Wooden sculpture in Reine (Lofoten – Norway), made by artist Jan Wangaard.
Sunset in Reine © 2016 franMoreno
Conducía por la umbría de una de esas carreteras tan características de las Lofoten; pegada a la pared de una montaña y plagada de curvas estrechas y sinuosas; cuando en la salida de una de las curvas, a izquierdas y justo antes de cruzar un puente, el muro vertical de la montaña por fin cede ampliando el campo de visión a las aguas del fiordo y al resto de montañas.
De repente me encuentro con el espectáculo del sol de poniente tiñendo de color naranja las aguas del fiordo al tiempo que las paredes de las montañas, que se desploman vertiginosas hacia las frías aguas, quedan sumidas en la oscuridad de un contraluz azulado.
(Días más tarde un local de las islas me aclararía que ellos llaman “las montañas azules” a las montañas de Lofoten debido a ese tono azulado frío tan característico que adquieren al atardecer).
De inmediato paro el coche un poco más allá del puente en el mínimo espacio que queda junto al arcén de la carretera y me muevo a toda velocidad para montar en la cámara el gran angular, presto a inmortalizar la postal antes de que el sol decida apagarse definitivamente por hoy. Y es en ese preciso instante, antes de hacer ni una sola foto, cuando un detalle del gran paisaje que tengo enfrente llama tan poderosamente mi atención que vuelvo al coche a la carrera para montar el teleobjetivo. Hay una persona caminando hacia la escultura de madera y se sienta a contemplar no se muy bien qué, si la escultura, el horizonte o el momentazo.
Ya tengo el tele montado, encuadro y veo que la escultura no se recorta contra el agua naranja sino contra unas sombras que crea el agua en la parte superior del encuadre, perdiéndose en parte la silueta.
“Ufff así no hay foto, necesito un punto elevado para cambiar la perspectiva y que la escultura se recorte contra el agua naranja”.
Ni corto ni perezoso me subo al único punto elevado que tengo a mano, el quitamiedos de la carretera junto al puente, al tiempo que Miguel Ángel, mi compañero de viaje, agarra mi mano izquierda para mantenerme en equilibrio. Disparo unas pocas fotografías, es difícil encuadrar y enfocar a pulso con una sola mano mientras guardo el equilibrio porque el tele es demasiado pesado. Finalmente consigo una foto aceptable y doy por finalizada la sesión de fotografía equilibrista.
El silencio salvaje del momento, la calma serena de las aguas, la grandeza del paisaje irradiando una belleza magnética… pero sobre todo la conexión que fluía entre esa escultura frente a su pensador enmarcados en el perfil de dientes de sierra de las montañas de Reine acababan de convertirse en razones más que suficientes para justificar un viaje al Ártico.
No esperaba encontrar las luces mediterráneas en mi viaje a las islas Lofoten aunque para mi sorpresa estaban allí esperándome aquella tarde.
Un poco más tarde llegó la segunda parte del espectáculo Lofoten, contemplar la hora azul en uno de los muelles de Reine…
Reine blue hour © 2016 franMoreno
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