Al-Mansur el victorioso

Pico Almanzor, 2592 mts
 
Sábado 6 de Febrero de 2010.
 

 

Tras varios meses con poco tiempo libre en los que he tenido abandonado este blog más de lo que quisiera por fin puedo retomar la actividad bloguera con este post en el que os presento algunas fotos y comentarios de la salida invernal que hicimos unos amigos al pico Almanzor en Febrero. En este invierno de tanta nieve había que aprovechar y decidimos visitar el sistema central para atacar su cumbre más emblemática, un gigante de granito que responde al nombre de Almanzor.

 

 
Si te apetece ver el post escuchando la banda sonora de esta aventura dale al play. 
 

Abi Amir Muhammad, más conocido como Almanzor (al-Mansur bi-Allah, el victorioso de Dios) es uno de esos personajes históricos que ha trascendido al terreno del mito al quedar su huella grabada en la memoria colectiva. Fue un general musulman de la España andalusí del siglo X que se ganó el sobrenombre de “al-Mansur, el victorioso” debido a sus numerosas victorias sobre los cristianos.

 
Se dice que el nombre de esta magnifica montaña se debe a que fué el primero que holló su cumbre. Según cuenta la leyenda, durante una de sus campañas, al-Mansur pasó cerca de esta montaña y quedó cautivado por su belleza. Estando el caudillo moro en la ribera del Tormes, oyó hablar a los lugareños de una misteriosa laguna. Se hizo guiar hasta ella, y además, ascendió el pico más alto de cuantos la rodeaban; desde entonces lleva su nombre.
 
La primera ascensión documentada se produjo en septiembre de 1899; Gonzalez de Amezúa y José Ibrian Espada fueron los primeros. Ontañon y Abricarro hicieron la primera ascensión invernal en 1903. En 1960, una cruz de hierro de un metro de alto, fue colocada en la cumbre. Somos muchos los que nos sentimos atraídos por esta montaña de leyenda, así que allá vamos…
 
El Almanzor está en la sierra de Gredos, Ávila, y desde sus 2592 metros de altitud domina el circo de Gredos y su laguna Grande.

Pincha en las fotos si quieres verlas más grandes.

 

 

Partimos de la plataforma de Gredos, a 1770 metros de altitud. Envueltos en la oscuridad de la noche comenzamos la marcha iluminados con los frontales, ascendiendo por un camino que nos hace ganar altura progresivamente hasta llegar al prado de las Pozas que ya se ilumina con las primeras luces del día. Llaneamos un poco para cruzar un puente sobre el arroyo Pozas justo antes de encarar el camino marcado por hitos que nos conduce a los Barrerones, a 2100 metros de altitud.

 
 

 

El sol comienza a asomarse tímido, a veces envuelto por las nubes.

 

 
 
 
 
 
 
 

 

Coronando los Barrerones con las primeras luces del día. Desde allí se ve la laguna y el Circo de Gredos, la vista es espectacular. Comenzamos a descender hasta la laguna, helada en estas fechas del año. Es un camino espectacular desde el que se divisa ya de forma permanente el Almanzor y las más altas cumbres de Gredos.

 

 
 
 

 

De camino a la laguna Grande, la bordeamos por la izquierda. A pesar de estar helada no nos fiamos mucho de cruzar sobre ella.

 

 
 
 

 

El agua de deshielo asoma ya por alguna oquedad en la  nieve.

 

 
 
 

 

Al final nos pueden las ganas de experimentar algo nuevo y cruzamos sobre la laguna helada. Nos anima el hecho de constatar que está más que pisada. Fijaos cómo brilla el hielo al contraluz del sol.

 

 
 
 

 

Pasada la laguna llegamos a las inmediaciones del refugio Elola, que está a orillas de la laguna. Hay mucho ambiente y está muy concurrido. La gente viene hasta con el perro. Paramos 10 minutos para reponer fuerzas.

 

 
 
 
 

 

Justo frente a la puerta del refugio hay una encrucijada de caminos que guian al viajero – montañero a los diferentes destinos que nos brinda este maravilloso lugar.

 

 
 
 
 

 

Con fuerzas renovadas afrontamos el envite y comenzamos a ascender para presentarle nuestros respetos al Almanzor.

 

 
 
 

 

La cosa empieza a ponerse pina y la nieve cada vez más dura.

 

 
 
 

 

Y más pino que se va a poner. El ambiente se torna alpino por momentos.

 

 
 
 

 

La salida de la portilla del crampón al collado comienza a adquirir tintes de grandeza. La inclinación de la pendiente y el estado de la nieve nos ha obligado a echar mano de los 2 piolets. Un aire frío y glacial nos saluda  a la salida del corredor. Ésto se está poniendo muy interesante je je.

 

 
 
 

 

En el collado, a la salida del corredor, ya acariciamos la cumbre. Estamos a escasos metros. Solo queda la travesia lateral sobre las Canales Oscuras hasta llegar a la estrecha, empinada y heladísima chimenea que permite alcanzar la cumbre del Almanzor. La cosa está «caliente», todo lo que nos queda hasta la cumbre es un espectacular cristal de hielo, no lo vemos nada claro. La poca gente que desciende de la cumbre nos cuenta lo complicado que está el tema. Reunidos en sanedrín, se discute la situación al tiempo que un viento frío y helador nos invita a tomar decisiones rápidamente. Finalmente concluimos que las condiciones del camino que nos queda hasta la cumbre exceden a nuestras posibilidades: demasiado técnico, «mejor no nos la jugamos». Nuestras ilusiones de cumbre se desvanecen como fantasmas en mitad de la ventisca. Tan cerca y tan lejos a la vez… Con un poco de rabia y un mucho de satisfacción por saber que estamos haciendo lo correcto decidimos que hasta aquí hemos llegado y que tiramos p´abajo.

 

 

 
 

 

El cuerno del Almanzor parece vigilar nuestra reunión de sanedrín, pero la decisión está tomada. Nos bajamos.

 

 
 
 

 

Si la subida ha sido disfrutona, la bajada en sus primeros 50 metros nos aporta una buena dosis de adrenalina. Ésto está empinao, estrechito y helao de cojones, y encima parece las escaleras del Corte Inglés un Sábado en hora punta. Pero qué narices, ¿qué sería de la vida sin un poco de adrenalina controlada? La vida puede ser maravillosa que decía el gran Andrés Montes.

 

 

 

Bajamos la Portilla, dejamos atrás el Elola, cruzamos la laguna helada y remontando hacia los Barrerones echamos una última mirada a este maravillloso espacio natural, no sin antes mirar al Almanzor y desafiarle con una nueva visita el próximo invierno.

 

 
 
 
 

 

La cabra de Gredos nos acompaña en nuestra foto de grupo. Queda aún por delante un magnífico chuletón antes de volver a casa mañana. Y más aventurillas ni os cuento ¿Verdad que sí, Sebas, Paco, Evaristo, Férran? ;-)

 

 
Epílogo

 

 
¿Para que salgo a las montañas? para pasar buenos y no tan buenos ratos. En esta ocasión no hubo malos ratos, si acaso, una pequeña fustración pasajera por no llegar hasta arriba. Tan cerca y tan lejos a la vez… Eso mismo me quedé pensando mientras admiraba la cumbre del moro, apenas a un par de cientos de metros de mí. Si todos los problemas de la vida van a ser esos ¡que vengan todos ya!, ¡de golpe!. Momentos como ese te ayudan a relativizar «otras» pequeñas fustraciones, las de la vida diaria, esa que nos ocupa la mayor parte de nuestro tiempo y la menor parte de nuestras esperanzas e ilusiones. Maravillosos instantes, esos en los que te encuentras en mitad de un corredor bien inclinado de nieve dura dura, y sabes que no te puedes caer, pero también sabes que no te vas a caer. Porque la concentración, la abstracción de todo lo que te rodea te domina. Y en esos momentos hay silencio, físico y mental. Silencio físico porque ni escucho al viento ni escucho al compañero, no hablo. Silencio mental porque no pienso en nada, mi mente está en blanco y no hay nada, el lunes que viene no existe, el tiempo se ha detenido y el mundo ha dejado de girar. Solo me centro en lo que estoy haciendo; porque es importante, porque no me puedo caer, porque sé que no me voy a caer. Maravillosos instantes, esos en los que te encuentras en la salida de un corredor helado a un collado más helado. Y el pequeño universo que te rodea se reduce a un cristal de hielo que te separa de la cumbre, de la meta. Tan cerca y tan lejos a la vez… Maravillosos instantes porque la euforia te invita a seguir y a coronar, pero el instinto te limita a no seguir ni a coronar. Y cuando el instinto vence a la euforia una sensación de bienestar invade el espíritu, porque sabes que esta vez sí te puedes caer, y si sabes ésto probablemente te vas a caer. Y no es cuestión de caerse y fastidiarla, que este maravilloso mundo de la montaña lo entiendo como una diversión y no como una obligación. Otra vez será, que las montañas no se mueven del sitio, que decían por ahí.

Salud y montañas para tod@s.

Hay 5 comentarios

  1. Alba

    Gran reportaje. Me gusta cómo se filtra la luz del amanecer entre las nubes. La salida del corredor impresionante.

    Saludos

  2. Luiso

    Estupendo reportaje Saleina. Y espléndida la reflexión final… "porque sabes que no te vas a caer".

    Enhorabuena y gracias por compartir.

  3. Rosa Ester

    Interesante reportaje. Las tomas me encantan…Y el epílogo muy bueno, me gusta mucho las reflexiones "filosóficas" que nos dejas, a los seguidores del blog, de esos momentos que pasas, tan únicos para cualquier persona…
    Enhorabuena Saleina!

  4. Becki

    Veo que te gusta la montaña tanto como a mi… seguiré visitándote! Ah, y felicidades por el "peazo" fotos que haces!!!! :)


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